La productividad tóxica es una compulsión poco saludable de ser productivo en todo momento, a menudo en detrimento de nuestro bienestar físico y mental, nuestras relaciones y nuestra calidad de vida en general. Es un sentimiento común en la cultura laboral actual, donde el impulso de ser consistentemente productivo a menudo se celebra, e incluso se espera. Pero esta mentalidad no sólo es dañina; es peligroso. Las personas ya luchan por satisfacer las demandas fundamentales de su trabajo, pero cuando se tiene en cuenta el asombroso aumento del 192 % en el número de reuniones semanales después de la pandemia, se vuelve mucho más difícil. Nos reunimos con demasiada frecuencia, hacemos demasiados ciclos y colaboramos con demasiada frecuencia: uno de los peores hábitos laborales provocados por la crisis. A pesar de la percepción arraigada de que más horas trabajadas significa mayor productividad, los datos y las investigaciones revelan lo contrario. Los líderes desempeñan un papel crucial a la hora de perpetuar o romper este ciclo de productividad tóxica.