Que el cambio organizacional pueda abrumar a los empleados hasta el punto de volverse dañino no es un concepto nuevo. Sabemos desde hace años que un cambio mal gestionado y no integrado no sólo puede provocar un menor rendimiento, sino también riesgo de bienestar empleados también. Por ejemplo, un estudio de 632 empleados del sector público descubrió que «las preocupaciones sobre el cambio, medidas durante la fase de anticipación de un proceso de cambio organizacional, están relacionadas con un mayor agotamiento y un menor compromiso laboral».